Hace poco leí un interesante artículo sobre un curso impartido por Brian Bomeisler sobre“Dibujar con el lado
derecho del cerebro". Se trata de un curso de
cinco días en el que se trabajan diferentes habilidades (cinco en total)
que conforman una habilidad más global, la de representar lo que vemos
en el papel. Los ejercicios con los que se trabajan cada una de las
habilidades tienen como objetivo desconectar la parte izquierda del cerebro, que es la que interpreta lo que nuestros sentidos
perciben, lo dota de significado y nos hace esclavos de lo que “debería”
ser.
Me sorprendió el ejemplo que narraba de una alumna que dibujó una taza
como se muestra en la figura 1. Algo parece raro del dibujo, no parece
estar correcto. Si os fijáis ahora en la figura 2 y recorréis con la
vista el borde inferior de la taza, os daréis cuenta de que es una
curva. Pues bien, esta chica seguía dibujando el borde recto incluso
después de haber comprobado ella misma y reconocido que lo que veía en
el modelo era una curva. Y es que nuestro cerebro izquierdo sabe muy
bien que las tazas se posan siempre sobre un plano.
De la misma forma, cuando nos enfrentamos a un conflicto, nos puede
ayudar fijarnos en los
aspectos del conflicto que no son evidentes, aquellos que rodean al
conflicto o se encuentran en medio (el contexto, sentimientos,
pensamientos, etc.). Así podemos pasar de preguntarnos:” ¿que hago para
que ALGUIEN deje de …?”, a preguntarnos: “¿qué necesita?, ¿cómo
puedo ayudarle a satisfacer sus necesidades?”
Cuando ponemos nuestra atención en “el espacio negativo”,
sorprendentemente solucionamos parte de ese conflicto porque empezamos a
mirar la realidad de un modo distinto, sin aplicar la lógica o la
ciencia al cien por cien, como hizo aquella chica visualizando otros
aspectos, es decir querer ver lo que no estaba presente y que a veces se
nos escapa.